viernes, 22 de mayo de 2009

EL DIA QUE INGLATERRA PLANEO INVADIR TIERRA DEL FUEGO


EL POLEMICO LIBRO INGLES SOBRE LA GUERRA

Malvinas: el día en que Gran Bretaña pensó invadir Tierra del Fuego
Contemplaba un ataque desde el territorio chileno. La colaboración de Pinochet con Gran Bretaña duró toda la guerra. Lo revela una investigación oficial encargada por el gobierno británico y publicada esta semana.
El libro del historiador inglés Lawrence Freedman sobre la guerra de Malvinas, basado en documentos secretos de Londres y que acaba de publicarse en Gran Bretaña, contiene información detallada sobre la sostenida colaboración del régimen de Augusto Pinochet con las fuerzas británicas, que llegó al punto de hacer pensar a los militares británicos en la posibilidad de invadir el territorio argentino de Tierra del Fuego desde el lado chileno de la isla.El plan, que fue desechado por cuestiones operativas, echa luz sobre otro hecho polémico del que sí se tuvo noticia: la misteriosa caída de un helicóptero inglés a 18 kilómetros de la ciudad chilena de Punta Arenas, el 20 de mayo de 1982. En aquel momento, sus tres tripulantes —Alan Benett, Richard Outching y Blain Imrie— fueron "devueltos" a Londres. Pero Freedman revela ahora que en el helicóptero había otros ocho tripulantes, que fueron sacados de Chile en silencio (ver página 37). Según el historiador, eran oficiales de las Fuerzas Especiales Británicas que debían destruir una base argentina en Tierra del Fuego. A continuación, un extracto del capítulo dedicado al apoyo chileno.La colaboración de Chile con LondresUna de las cuestiones más controvertidas en lo referido a la campaña por Malvinas fue en qué medida Gran Bretaña gozó del beneficio de una cooperación estrecha con Chile. Esta cuestión fue particularmente dominante en 1999, cuando el general Augusto Pinochet fue arrestado en Londres a causa de un pedido de extradición de España para enfrentar un juicio por crímenes contra la humanidad. La baronesa Thatcher se mostró enérgica en su defensa, entre otras cosas en razón de su apoyo a Gran Bretaña en 1982. El propio Pinochet habló de cómo "cuando las fuerzas argentinas ocuparon las Malvinas en 1982, di instrucciones a mi gobierno para que ofreciera, dentro del contexto de nuestra neutralidad, cualquier asistencia que pudiéramos a nuestro amigo y aliado. Lo consideré una cuestión de honor nacional de Chile".La lógica de la cooperación era clara. Ambos países mantenían disputas territoriales con Argentina y en ambos casos Argentina se comportaba de una manera inaceptable, ignorando los intentos de arbitraje en el caso del Canal de Beagle del mismo modo que había recurrido a las Fuerzas Armadas en el caso de las Malvinas. El principal obstáculo a
la cooperación abierta era la renuencia chilena a contradecir la solidaridad hemisférica y la preocupación británica respecto de la tensión entre su reivindicación de que estaba actuando en nombre de la democracia y los funestos antecedentes de Chile en el área de derechos humanos. Chile también debía reflexionar sobre la fuerza militar superior de Argentina al evaluar los riesgos de apoyar una intensificación de fuerzas militares británicas. Por eso era inevitable que cualquier cooperación fuera secreta.La posibilidad de cooperar con Chile se planteó desde el inicio de la crisis. (...) Cuando el 2 de abril de 1982 se realizaron las primeras evaluaciones de probables respuestas sudamericanas a la invasión argentina, enseguida se señaló la importancia de Chile. Empezaron a plantearse dudas en cuanto a si Gran Bretaña podía solicitar instalaciones y cómo reaccionar si Chile las ofrecía. Un primer indicio de la actitud chilena positiva fue un ofrecimiento de postergar la entrega del buque HMS Norfolk a la Marina chilena, que debía realizarse el 6 de abril. Esto no fue considerado muy útil debido a la pequeña magnitud de la tripulación de la Marina Real, sus malas comunicaciones y falta de armas. Por otro lado, el buque auxiliar de la Armada Real Tidepool, un buque tanque que también debía ser entregado el 7 de abril, estaba totalmente tripulado y si se podía comprar una carga plena de combustible, resolvería problemas de reabastecimiento para la Fuerza de Tareas. Los chilenos lo aceptaron. Zarpó el 14 de abril hacia la cita con la Fuerza de Tareas y tuvo un papel clave en la toma de Georgia del Sur.Existía una posibilidad seductora de acción militar directa que dependía de la cooperación con Chile. Tierra del Fuego, una isla en el extremo sur de Argentina, estaba dividida en las provincias del oeste chilena y la del este argentina. La provincia argentina estaba escasamente poblada pero incluía un yacimiento de petróleo que producía 24.000 barriles por día y dos campos de aterrizaje, en Río Grande y Ushuaia. Si podía ser capturada, sería una bofetada al orgullo nacional argentino; ofrecería un elemento de regateo en cualquier negociación permitiendo a la vez aprovechar instalaciones militares útiles que de lo contrario podían ser usadas en contra de las fuerzas británicas. A los comandantes, la isla les pareció a primera vista un objetivo militar más fácil para la Fuerza de Tareas que las Malvinas. Estaría peor defendida y se adaptaba más a un ataque por tierra desde Chile que a un ataque británico por mar. Habría un riesgo menor de víctimas civiles y un mayor elemento de sorpresa. No obstante, un aterrizaje exitoso exigiría primero operaciones intensivas contra la Marina argentina y los aviones de combate con base en tierra. Y por lo tanto, aunque pudiera establecerse una fuerza británica en la isla, ésta sería vulnerable al ataque de aviones argentinos que operaran desde campos de aterrizaje en territorio continental. Esto justificaba, pues, operaciones secretas de fuerzas especiales para inhibir los ataques aéreos argentinos. Por lo tanto, aunque los riesgos a corto plazo parecían manejables, los problemas a más largo plazo eran mayores. También la política era problemática. La colusión entre los dos países, indispensable para que la operación funcionara, causaría una tormenta.Todas las instalaciones portuarias y de campos de aterrizaje podían acelerar el avance de las fuerzas británicas, aliviar los problemas de apoyo y reabastecimiento de combustible y mitigar la ventaja geográfica argentina. En contra estaba el riesgo de llegar a depender demasiado de su ayuda, con el temor de que fuera retirada si las presiones regionales sobre Chile se volvían irresistibles. Las propuestas de cooperación se concentraron en la obtención de inteligencia. En particular, a los comandantes les interesaba analizar la posibilidad de apostar el avión Nimrod de la Patrulla Marítima en el sur de Chile. La información sobre blancos desde el Nimrod aumentaría considerablemente la eficacia de los submarinos, que llegarían pronto al Atlántico Sur. Internacionalmente se lo podía describir como avión de reconocimiento, pero no tenía capacidad ofensiva contra aviones de combate transportados por barco o en tierra. Su radar Seachwater le permitiría permanecer fuera de la zona de batalla.Una cuestión delicada era establecer cuál era la mejor manera de enfocar la cooperación. El embajador británico en Santiago entendía que debía hablar directamente con los militares chilenos. Se suponía que sería necesario un quid pro quo. Las ideas se volcaron primero a la venta de aviones Hunter, en los cuales los chilenos tenían interés. A la vez, los chilenos tenían un interés estratégico en un éxito británico rápido contra Argentina, ya que les preocupaba que de lo contrario los atacaran "en tres semanas" y ya estaban disponiendo aprestos militares para responder a esa contingencia. (...)Si bien el Comité Conjunto de Inteligencia opinaba que Chile estaría de acuerdo en que un avión Nimrod de reconocimiento aéreo no armado operara desde los campos de aterrizaje chilenos, el embajador era más cauto. Por ejemplo, era poco probable que se pusiera a disposición un campo de aterrizaje del sur. Uno que había sido mencionado —en la isla de San Félix— estaba a 3.000 kilómetros de la zona de operaciones, a menos que el Nimrod sobrevolara Argentina. Solo sería útil como base de operaciones si las pistas de aterrizaje más al sur pudieran ofrecer reabastecimiento de combustible.Los ministros no sabían bien hasta qué punto llevar los vínculos con Chile. (...) También había cautela del lado chileno, lo cual reflejaba una conciencia cada vez mayor de que lo más conveniente para los intereses continentales chilenos más generales era "no alargar demasiado el cuello". Los medios en general se mostraban favorables a Gran Bretaña, aunque la opinión pública estaba dividida entre la satisfacción de que la arrogante y agresiva Argentina por fin recibiera su merecido y la angustia por un derramamiento de sangre latinoamericana. En Santiago todavía había miedo de que si Argentina podía salir adelante con su agresión con un bajo costo, después se volvería en contra de Chile. (...)Al mismo tiempo, los chilenos estaban angustiados ante la perspectiva de que las hostilidades entre Gran Bretaña y Argentina se desbordaran sobre su larga y expuesta frontera. Si había evidencias de confabulación en la obtención de inteligencia británica, Argentina podría de pronto volverse contra Chile. Había más tropas argentinas concentradas en Río Gallegos y Comodoro Rivadavia de las que podían necesitarse para las Islas Malvinas. Para no llevar la situación más allá de lo prudente, el embajador John Heath optó por solicitudes cuidadosamente redactadas, evitando pedir algo que permitiera demostrar que aviones ingleses o chilenos volaban sobre el espacio aéreo argentino desde Chile. (...)Los comandantes fueron cautelosos por otra razón. ¿Serían respetados los ofrecimientos de asistencia? Heath confiaba en que sí. Muy pocos conocían los considerables y secretos esfuerzos que se habían hecho para que la Cancillería no se enterara, pero Pinochet aparentemente apoyaba la cooperación. Había un deseo de apoyar la resolución británica, pero en privado. En público la posición sería neutral. Si circulaban rumores de cooperación chilena con Gran Bretaña, se negarían de inmediato. (...)A cambio de la ayuda, Chile quería transferencias de armas. (...) Después de la invasión, se realizó una propuesta por la cual uno o más aviones Canberra serían vendidos y volarían a Chile con tripulaciones británicas que entrenarían a las chilenas realizando reconocimiento fotográfico desde una base aérea en el sur de Chile. (...) Esto prosperó hasta el punto de seleccionar los aviones y las tripulaciones y dejarlos en reserva, pero Chile rechazó este proyecto ya que estaba seguro de que los aviones serían identificados y era posible que fueran derribados.Se consideró entonces la posibilidad de proveer aviones Canberra a un precio más atractivo. El 16 de abril, se acordó que se enviarían en préstamo o para compra algunos aviones Canberra y Hércules de apoyo, todos con marcaciones chilenas. Los Hércules se podían describir como comprados por Chile para su propia fuerza de transporte aunque Gran Bretaña podía recuperarlos después de la guerra. No era posible enviar los Nimrod ya que resultaría increíble que Chile estuviera comprándolos. Se permitiría no obstante que los Nimrod volaran sobre el espacio aéreo chileno y para aterrizar en una emergencia. También se tomaría un radar. Por último, se pondrían a disposición detalles de movimientos de superficie de la flota para su transmisión.El 18 de abril, Lewin informó a Nott sobre el avance. Su prioridad era la inteligencia sobre las fuerzas argentinas. (...) El uso de un campo de aterrizaje chileno adecuado daría a Gran Bretaña una capacidad nueva e indispensable. Debido a la urgencia de este requerimiento, había muy poco tiempo que perder. (...)Tripulaciones de la RAF (Real Fuerza Aérea) operarían dos Canberra en el Atlántico Sur durante un período de traspaso. Se desplegaría un avión de apoyo Hércules tripulado hasta un campo de aterrizaje chileno. Los chilenos querían anunciar su contrato de compra de aviones Canberra, pero Londres prefirió mantener toda la colaboración secreta, para garantizar que cualquier reconocimiento inicial de Malvinas se mantuviera en secreto. Inicialmente la operación avanzó según lo planeado, y para el 26 de abril habían llegado a Santiago disimulados dos aviones Hércules. Ahora se esperaba que los Canberra llegaran a Chile después del 30 de abril. (...)Los chilenos también estaban poniéndose ansiosos en cuanto al posible impacto que recibirían si Argentina decidía que el juego por Malvinas había terminado y se volcaban a Chile para "recuperar el honor nacional". (...) Se observó, luego de la captura de Georgia del Sur, que la satisfacción por la frustración de Argentina tenía como contrapeso la aprensión de que Chile se viera arrastrado al conflicto. Pinochet dijo a la prensa que estaba "preocupado" por los hechos en el Atlántico Sur, y el canciller comentó ambiguamente "lamentamos sinceramente que los llamados de paz hayan sido desoídos".La votación en la OEA era inminente. El canciller chileno había propuesto una postura cautelosa, que habría sido denegada por Pinochet. Chile se abstendría el 27 de abril, aunque esto sería visto como un acto "inamistoso". Esto reflejó una mayor convicción de que Galtieri y su gobierno no sobrevivirían al conflicto y que la crisis interna sería un preludio de un ataque contra Chile.El 28 de abril, justo después de la votación de la OEA, Reuters informó lo que fue calificado como una declaración oficial del vocero del Ministerio de Defensa en Londres, en el sentido de que Chile había dado su permiso para desviar el Tidepont con el fin de que fuera a unirse a la Fuerza de Tareas británica en Malvinas. Posteriormente, pudo saberse que el tema había aparecido en una conferencia de prensa en la cual se había declarado, en respuesta a algunas preguntas, que no se sabía "si cambió de manos dinero" pero se sabía "que la venta seguía adelante pero la entrega había sido pospuesta con el acuerdo de los chilenos". (...) Chile quiso una desmentida inmediata (...). El punto de vista del Foreign Office era que sería poco prudente arriesgar una desmentida formal ya que podría simplemente generar más interés. Para entonces, el Gobierno chileno ya había publicado su propia desmentida. Chile consideraba que la pregunta había sido planteada a través de un periodista francés como una manera de ejercer presión sobre Chile después de su abstención en la OEA, ya que aparentemente Argentina conocía la situación del barco desde hacía cierto tiempo.Los chilenos entonces advirtieron que en cuanto las operaciones de los Canberra fueran detectadas por Argentina o por la prensa, los hombres de la RAF (18 oficiales y 24 suboficiales) que habían llegado antes que el avión tendrían que abandonar Chile de inmediato. El 27 de abril, el (diario inglés) Daily Star informó que: "La semana pasada, aviones caza Phantom volaron en secreto al sur de Chile, vía isla de la Ascensión, desde una base de la RAF en Suffolk. (...) Gran Bretaña ha pagado bajo cuerda a los chilenos por permitir que nuestros aviones utilicen su base vital de Punta Arenas. El precio: ocho aviones Hunter Hawker. Los aviones sin marcación abandonaron Brize Norton de la RAF el domingo a bordo de un Boeing 747 civil estadounidense".(...)Los detalles de la historia eran tan falsos que Heath se preguntó si no sería desinformación argentina deliberada. (...) Chile también negó como "totalmente sin fundamento" informes según los cuales aviones Phantom de la RAF serían autorizados a aterrizar y recargar combustible en Punta Arenas. El 29 de abril fue emitida una declaración británica. Heath advertía que Argentina estaba tratando de desacreditar la neutralidad de Chile en el tema Malvinas con preguntas hechas por medio de periodistas amistosos, y propuso los repudios más cuidadosamente redactados.En la tarde del 29 de abril, los Canberra todavía no habían recibido el visto bueno de Chile. Había aparecido otro informe de prensa, esta vez de Reuters, diciendo que Gran Bretaña tenía permiso para utilizar las instalaciones de aviación en el sur de Chile. Esta mayor postergación hizo que el entusiasmo del Ministerio de Defensa por la operación comenzara a disminuir, y se hicieron planes para retirar un Hércules. Cuando finalmente se recibió el visto bueno para que llegaran los Canberra el 3 de mayo, el curso de acción prudente parecía ser una primera misión de los Hércules mientras los Canberra se entregaban con más lentitud a Chile. A los chilenos les habría gustado quedarse con los Hércules y estaban ansiosos por los dos Canberra.De modo que a comienzos de mayo se estaban entregando los primeros seis Hunter y se estaban seleccionando otros dos, pero no se había tomado ninguna decisión respecto de otros (y al parecer había pedidos 20 más). Dos Canberra y repuestos estaban en oferta para Chile. (...) Chile había expresado interés en un radar que se instalaría cerca de la frontera argentina. La oferta era a un precio rebajado con apoyo en su operación y mantenimiento. A mediados de mayo, se había enviado el borrador de una carta de intención relativa a la venta de los dos Canberra, junto con una cantidad de repuestos y equipo de apoyo terrestre, y habían concluido las negociaciones en relación con los otros dos Hunter adicionales. (...)En una entrevista realizada en 1999 pero publicada en 2002, el general Fernando Matthei, comandante en Jefe de la Fuerza Aérea chilena en 1982, describió cómo acordó con un "agente secreto" la entrega de inteligencia a Gran Bretaña a cambio de pertrechos militares, sobre todo aviones de combate Hawker Hunter, un potente radar y aviones Canberra. Matthei recordó que después de la guerra "conservamos los aviones, el radar, los misiles. Ellos recibieron información puntual y todos estábamos contentos". También afirmó que Pinochet no había sido plenamente informado del acuerdo, "de tal manera que si la operación era descubierta, pudiera afirmar que no sabía nada". Describió la creación de un centro de mando subterráneo bien protegido en Punta Arenas, desde donde se enviaba la información sobre los movimientos aéreos de Argentina desde todas las fuentes a Northwood usando un sistema de comunicaciones por satélite. La hija de Matthei, de hecho, ya había informado parte de esto en una carta a The Sunday Times cuando la controversia por Pinochet estaba en su punto culminante, señalando correctamente que el principal contacto de su padre había sido un comandante de brigada de la RAF (y no un agente secreto), y poniendo de relieve la importancia del control chileno de la actividad aérea argentina, con información transmitida mediante una conexión satelital a la Fuerza de Tareas. Por ese medio, se advertía a la flota del Atlántico Sur cualquier ataque inminente.Entones comenzaron a producirse avances en todas las áreas. Se acordó que se aceptaría un avión de reconocimiento Nimrod en el campo de aterrizaje de San Félix, una isla remota frente a la costa de Chile. Desde San Félix, el avión podría hacer varias misiones muy valiosas, recargando combustible de noche en la base aérea chilena de Concepción en la costa continental, y luego volar en el espacio aéreo chileno en dirección al Atlántico Sur. El avión podría recoger información útil fuera del alcance del radar argentino y transmitirla a la Fuerza de Tareas. El Nimrod sería apoyado por un VC10. La primera misión tuvo lugar temprano en la mañana del domingo 9 de mayo, una segunda el 15 de mayo y una tercera dos días más tarde. Se obtuvo información limitada pero significativa. El 18 de mayo existía preocupación de que fuera demasiado arriesgado continuar con los vuelos, ya que probablemente esto llevaría a arruinar toda la operación y a afectar operaciones futuras. Woodward quiso que el avión volara las noches del 19-21 de mayo solo por si el Grupo de Transporte argentino estaba en el mar durante esos días cruciales, pero el deseo chileno de ver concluida esa misión era firme. (...)Mientras tanto, la conexión chilena estaba empezando a generar atención en Gran Bretaña. El 24 de mayo, la primera ministra y otros ministros superiores recibieron cartas idénticas de miembros del Parlamento conectados con la Comisión de Derechos Humanos en Chile. (...) Gran Bretaña no quería avalar la política de derechos humanos chilena y a la vez quería asegurarse de no verse implicado en una acción chilena directa contra Argentina.Durante el curso de la guerra, la presencia de una sólida fuerza chilena en la frontera había ayudado a Gran Bretaña aunque más no fuera por el hecho de que tenía amarradas a dos de las brigadas de Infantería de Marina superiores de Argentina: Chile no había dejado de golpe de ser percibido como una amenaza por Argentina. A medida que la guerra se acercaba a su conclusión, surgió preocupación de que Chile pudiera querer aprovechar las dificultades de Argentina. Pareció organizarse con cierta prisa una operación importante con 10.000 hombres que se iniciaría a comienzos de junio. Heath sugirió dar instrucciones de convocar en privado a algunas altas figuras chilenas para aclarar que Gran Bretaña no tenía intención de ser parte de ningún "incidente fronterizo" entre Chile y Argentina. Si bien el Foreign and Commonwealth Office seguía pensando que era poco probable una acción chilena precipitada, Heath recibió autorización de establecer contacto para averiguar qué estaba pasando, siempre y cuando no expresara ninguna opinión sobre la cuestión. Heath informó acerca de la visión chilena de que los refuerzos en el Sur se habían considerado necesarios debido a la incertidumbre acerca de las intenciones argentinas, especialmente si mantenían lejos a Gran Bretaña, pero que teniendo en cuenta que ahora esto era poco probable y que Gran Bretaña regresaría a Malvinas, se sentían más tranquilos y estaban retirando algunas unidades. TRADUCCION: Cristina Sardoy
OAS_AD('Bottom','468','60');

OAS_AD('Top1','296','294');
function google_ad_request_done(google_ads) {

if d('Right1OBJID');vRight1OBJID.setvariable("clicktag","http://deliver.ads.uigc.net/RealMedia/ads/click_lx.ads/Clarin7/suplementos/zona/1568788856/Right1/OasDefault/AR_EMPLEOS_RIGHT1_284X90/20070718_empleos_1_284x90.html/62653861353532323461313731636130");}

El desembarcoUnos mil militares argentinos participaron de la recuperación de las islas, el 2 de abril de 1982. Llegaron a Puerto Argentino a la 0.30. Había 82 marines, que se rindieron esa mañana. Apoyo latinoamericanoBrasil no dejó salir a los bombarderos ingleses que aterrizaron en su país. Perú vendió armas a Argentina. Cuba y Nicaragua ofrecieron militares.649fueron los muertos argentinos durante toda la guerra, según información oficial. La mayoría de ellos eran conscriptos. También se contaron 1.068 heridos.255fueron las víctimas inglesas durante todo el conflicto, menos de la mitad que las argentinas. Los británicos registraron 777 heridos.A favor y en contraEl día del desembarco, 10 mil personas aplaudieron a Galtieri en Plaza de Mayo. Tras la rendición, otra multitud lo insultó allí. La derrota fue el principio del fin de la dictadura.La rendiciónEl 14 de junio, después de 74 días de guerra, el general Mario Benjamín Menendez firmó la rendición argentina ante el general británico Jeremy Moore.25.000Son los veteranos de guerra que se registraron el año pasado, en el primer censo nacional para excombatientes que organizó el Ministerio del Interior.300Es la cantidad aproximada de veteranos que, atormentados, se suicidaron después de la guerra, según las agrupaciones de excombatientes.

Ayuda Ediciones Anteriores Versión Palm Noticias gratis en su sitio - RSS Clarín.com página de inicio
Copyright 1996-2005 Clarín.com - All rights reservedDirectora Ernestina Herrera de Noble
Normas de confidencialidad y privacidadDiario Olé Diario La Razón Ciudad Internet Biblioteca DigitalGrupo Clarín

OAS_AD('x31','1','1');
var eplArgs = { sV:"http://ads.e-planning.net/",vV:"4",sI:"41a4",kC:"tn",eId:"nt1"};
document.epl.eplInit(eplArgs);
function eplAD(espacio_id, tipo, timeout) {
document.write('');
document.epl.eplPushAd(espacio_id, tipo, timeout);
}
//-->
eplAD("e0475549df84ef0f", 3, 0)
hitCertifica('200019','Zona/Nota962019','Malvinas: el día en que Gran Bretaña pensó invadir Tierra del Fuego');

CLAVES SECRETAS DE LA GUERRA DE MALVINAS

Claves secretas de la Guerra de Malvinas

El diario La Tercera, de Santiago de Chile, publica una investigación en serio, una entrevista que intenta echar luz sobre uno de los capítulos más delicados de la Guerra de Malvinas: la alianza entre el gobierno de Margaret Thatcher y el de Augusto Pinochet, que años más tarde terminó en la prisión de Pinochet en Londres, iniciando su descenso irremediable en el poder real chileno. Bien La Tercera (excepto que llama Falklands a lo que es Malvinas) y ahí vamos:

El próximo domingo 2 de abril se cumplirán 20 años del comienzo de la guerra de las Malvinas. En el conflicto, desencadenado tras la invasión de soldados argentinos a las islas Falklands ordenada por el general Leopoldo Galtieri, murieron 700 soldados transandinos y 255 británicos. El episodio, que por lo absurdo sigue siendo un pasaje traumático de la historia reciente argentina, forzó a la Junta Militar que gobernó ese país entre 1976 y 1983 a renunciar y convocar, elecciones.
Dos décadas después quedan muy pocos secretos por develar sobre la guerra. Uno de los principales tiene que ver con la amplia colaboración que las Fuerzas Armadas chilenas encabezadas por el general Augusto Pinochet brindaron a los militares ingleses a lo largo de los dos meses y medio que duró el conflicto. El general Fernando Matthei, ex comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile y miembro de la Junta Militar entre 1977 y 1989, revela en esta extensa entrevista -realizada en julio del '99 en el Centro de Investigación y documentación de la Universidad Finis Terrae- gran cantidad de detalles inéditos de esa ayuda, la forma en que se gestó y la gran cantidad de equipamiento y armas que el régimen militar chileno recibió a cambio.
Margaret Thatcher, la ex Primer Ministro británica, ya había agradecido públicamente la colaboración chilena en 1999, en un intento por influir sobre la opinión pública de su país y demostrar que el general Pinochet, por esos días detenido en Londres, había sido un aliado clave de Inglaterra durante la guerra. Sin embargo, no entregó ninguno de los datos explícitos que esta vez proporciona Matthei (ver recuadro).
Durante la detención de Pinochet en Londres, Margaret Thatcher dejó en claro que en 1982 el gobierno chileno ayudó a los ingleses en el conflicto con Argentina.
-¿Cómo se gestó esa ayuda y qué papel le correspondió jugar a usted?
-En primer lugar, debo decir que la guerra de Las Malvinas -y eso es grave- nos tomó a todos por sorpresa. Me enteré de ello leyendo El Mercurio por la mañana. Sabíamos que estaba la posibilidad y cómo se fue desarrollando, pero jamás pensé que los argentinos serían tan locos. Años después conversamos con un amigo que fue comandante en jefe de la Fuerza Aérea Argentina -Omar Grafiña Rubens- y él tampoco lo supo allá. Recién se había retirado y estaba como sucesor el brigadier mayor Arturo Basilio Lami Dozo. Incluso durante una reunión en la que había participado, lo dejaron fuera y trataron las cosas por su cuenta. Debo reconocer que fue un secreto muy bien guardado por parte de los argentinos. Nadie lo supo. Tomaron a los ingleses completamente por sorpresa, y a nosotros también...
-¿Cuál fue su reacción y la del gobierno?
-Tomar nota y estar alerta. Dos días más tarde se presentó mi oficial de inteligencia, el general (Vicente) Rodríguez (ex jefe del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea) informándome que había llegado un oficial inglés enviado por el jefe del Estado Mayor de la Real Fuerza Aérea británica. Le dije que lo recibiría. Se trataba del Wing Commander (comandante de escuadrilla) Sidney Edwards, un personaje que no parecía inglés para nada y que hablaba español perfectamente (ver nota).
-¿Cómo lo describiría?
-Era un hombre joven, de unos 35 a 40 años. Sumamente activo y nervioso, desplegaba un montón de adrenalina. Venía con una carta de Sir David Great, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea inglesa, para ver en qué podíamos ayudarlo. Tenía plenos poderes para coordinar conmigo cualquier cosa que pudiéramos hacer juntos, lo que a mí me pareció muy interesante. Me dijo que tenía plenos poderes para negociar, y que lo que a ellos más les apremiaba era información de inteligencia. Los ingleses no se habían preocupado para nada de Argentina. Sabían todo lo inimaginable sobre Unión Soviética, pero de Argentina no sabían nada. Edwards me preguntó en qué podíamos ayudarlos. Le contesté que no me mandaba solo y que hablaría con el general Pinochet.
-¿Habló con Pinochet sobre este "ofrecimiento"?
-Conversé con él en términos muy generales, informándole que teníamos una gran oportunidad. A nosotros no nos interesaba que los argentinos les pegaran a los ingleses, porque entonces -ya lo había dicho Galtieri- seríamos los siguientes. Recién estábamos digiriendo el discurso de la Plaza de Mayo, en el cual -rugiendo ante las multitudes- había manifestado que Malvinas sería sólo el comienzo. Parecía Mussolini.
-¿Ese discurso los había dejado preocupados?
-Nos preocupó que después de las islas apuntaran hacia acá. Después de todo, ellos calificaban que territorios nuestros también les pertenecían. En general, Pinochet estuvo de acuerdo en que yo trabajara con los ingleses, siempre que no se supiera, y ambos estuvimos de acuerdo en que por ningún motivo debía enterarse de ello ni siquiera el Ministerio de Relaciones Exteriores.
-¿Al Ejército y a la Marina no le había llegado de la parte inglesa una solicitud similar?
-Nada.
-¿Por qué cree que los británicos optaron por la Fuerza Aérea?
-Buena pregunta. A mí me conocían, porque había sido agregado aéreo en Inglaterra entre diciembre de 1971 y enero de 1974.
Aprovecharon los vínculos personales con usted...
-Yo había estado visitando sus industrias de material de guerra y tenía contactos con los altos mandos británicos. Mientras estaba allá, firmé contratos por seis aviones Hawker Hunter, y compramos también seis aviones de caza Vampire. Me conocían, teníamos una relación fluida. Estando en Londres, cuando me tocó ir a la Unión Soviética, les pasé a los ingleses una copia del informe que redacté para la Fach sobre lo que había observado en materia de armamentos. Ellos sabían que era su amigo, pese a que Chile -recuerde que estábamos en la Unidad Popular- lo consideraban parte del bloque del Este. También influyó el hecho de que yo hablara inglés, que hubiese volado en alguna oportunidad en una unidad de ellos y que conociera de la Real Fuerza Aérea hasta lo que ellos mismos no conocían. En resumen, tenían bastantes referencias mías y por eso me llego a mí la petición.
-¿Qué hizo después de reunirse con Pinochet?
-Con el general Pinochet quedamos en mantener esto en absoluto secreto, y luego volví a reunirme con Sidney Edwards, informándole que tenía carta blanca en el asunto y que operaríamos de acuerdo con mis criterios. Edwards me dijo que tanto el agregado de Defensa inglés -un marino- como la Embajada Británica no sabían de su existencia y que no debían enterarse. Edwards viajó entonces a Inglaterra para analizar qué podíamos hacer nosotros y a su regreso trajo autorización para que les diéramos información de inteligencia.
¿Qué recibiría Chile a cambio?
-Ellos nos venderían en una "libra" -entre comillas- aviones Hawker Hunters, los cuales se traerían de inmediato a Chile por avión. Y también un radar de larga distancia, misiles antiaéreos, aviones Camberra de reconocimiento fotogramétrico a gran altura y también bombarderos. El material era muy importante, sobre todo los aviones de reconocimiento, porque en la Fuerza Aérea chilena no teníamos ninguno. Vuelan muy alto, como los U-2 norteamericanos y tienen unas inmensas cámaras fotográficas. Además, mandarían un avión de inteligencia, comunicaciones y espionaje electrónico. Se trataba de un avión Moondrop a chorro, parecido al 707 de pasajeros, pero transformado.
¿Cómo reunía información de inteligencia sin contar con equipos sofisticados?
-Nosotros habíamos transformado aviones más livianos en nuestra propia industria y con equipos propios, pero no volaban con la altitud necesaria, porque eran aviones turbo hélices chicos, del tipo 99 Alfa. Habíamos transformado dos, con unos equipos llamados Itata, desarrollados en conjunto por la Marina y la Fuerza Aérea. Dichos equipos, montados a bordo de estos aviones bimotores livianos, podían detectar todas las señales de radar, analizarlas y clasificarlas. Pero las señales de radar -al igual que la luz- se proyectan en línea recta, sin quebrarse. Y no se captan a menos que se vuele a unos 40 mil pies de altura. Como primera medida, entonces, los ingleses mandaron ese avión, con el cual realizamos un reconocimiento completo a nuestro lado de la frontera. Hacíamos vuelos a gran altura sobre territorio chileno, pero captando señales del otro lado que nuestros equipos no eran capaces de captar por la cordillera y la baja altura.
-¿Cómo puede llegar un avión de esas características y tamaño hasta el aeropuerto de Pudahuel o cualquier base aérea, sin que nadie se dé cuenta?
-Ese avión venía como cualquier aparato civil, con un plan de vuelo normal.
-¿Y los argentinos no lo detectaron en su espacio aéreo?
-Es que no pasó por Argentina. Todos estos aviones llegaron a través de la Isla de Pascua y Tahiti.
-¿Y los espías argentinos?
-No había espías argentinos, tal como nosotros no teníamos espías en Argentina. Con este avión se hacían vuelos a gran altura sobre territorio chileno, captando señales del otro lado. Los nuestros, en cambio, debido a la Cordillera y al tipo de aviones que eran, no podían volar tan alto como para captar las señales.
-¿Quiénes pilotearon el avión?
-Los ingleses, aunque iba un par de observadores nuestros a bordo. Nos pasaron la información necesaria sobre los equipos argentinos, pero nada que nosotros no supiéramos ya. Ese vuelo no nos sirvió, pero se realizó y para la historia es bueno saberlo. No arrojó informaciones que ya no tuviéramos, lo cual en cierta forma era bueno. Los ingleses quedaron impresionados por lo que vieron, por nuestros sistemas de escucha en el sur y por el radar de gran alcance que teníamos detrás de Punta Arenas.
-¿Con ese radar espiaban al otro lado?
-En un cerrito habíamos instalado un radar de 200 millas de alcance comprado en Francia. En tierra teníamos puestos de escucha en varias partes, que captaban todas las señales y comunicaciones radiales argentinas. También habíamos desarrollado en Punta Arenas, cuando llegué a la comandancia en jefe, un puesto de mando blindado bajo tierra, bien protegido, al cual llegaban todas las informaciones graficadas y clarísimas, como un teatro. En ese puesto se reunían todas las informaciones captadas por el radar grande y los más chicos, y por los escuchas. Allá se instaló Sydney Edwards.
-¿Cómo transmitía Edwards esos datos a sus superiores?
-Tenía un equipo de comunicación satelital directa con la Marina Real británica en el comando central de Northwood, cerca de Londres. Lo que pasaba aquí, de inmediato lo sabían los ingleses.
-Inglaterra no podría haber encontrado un mejor aliado.
-Imposible. Nosotros avisábamos, por ejemplo, que desde una base determinada habían salido cuatro aviones en dirección a tal parte, que por su velocidad parecen Mirage. Una hora antes de que llegaran, los ingleses ya estaban informados de su arribo.
-¿A usted le iban informando sobre lo que se entregaba a los ingleses?
-Yo tenía otras cosas que hacer, pero al final de cada día me informaban lo que había ocurrido.
-¿Alcanzaba a contarle a Pinochet el desarrollo de los acontecimientos?
-Nunca le contaba nada. Empecé a no contarle por una sola razón: si "saltaba la liebre", quería que Pinochet estuviera en condiciones de jurar que él no sabía nada. De esa forma, podría decir que el culpable era el imbécil de Matthei y que lo echaría de inmediato. Nosotros siempre vamos a ser vecinos de Argentina, por eso no podíamos echar a perder para siempre esas relaciones.
Imagino que, de todas formas, los argentinos sospechaban. Antes incluso de que llegara Edwards, ya había conversado con el agregado aéreo argentino. Le dije que pidiera autorización a sus jefes, porque quería mandarlo para allá con un mensaje. Delante de otras personas, le pedí que transmitiera a Lami Dozo, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea Argentina, lo siguiente. Primero, que nunca en mi vida pensé que podían ser tan idiotas. Teniendo todas las posibilidades en mi cabeza, ésta fue la única que no ingresé en mi computador mental. Segundo, que ante esta situación le garantizaba que la Fach nunca atacaría por la espalda a Argentina. Tenía mi palabra de honor de que Chile no atacaría, bajo circunstancia alguna. Tercero, que cuando hay un incendio en la casa del vecino, el hombre prudente agarra la manguera y vierte agua en su propio techo. Por eso, en este momento haría todo lo posible por reforzar la Fuerza Aérea de Chile y su defensa, porque no hacerlo sería un acto i! rresponsable de mi parte.
-Pero eso equivalía a alertarlos...
-Significaba que compraría aviones, radares y misiles donde me fuera más fácil y rápido obtenerlos, es decir, en Inglaterra. Lo demás no se lo dije, obviamente, y nunca lo habría dicho si no fuera porque pasó toda esta lamentable situación que vivió el general Pinochet en Londres. Me habría quedado en silencio para siempre. Ahora le damos el crédito al general Pinochet, pero yo... no es que se lo haya escondido a propósito, sino de buena fe, porque tenía que estar en condiciones de culpar a otro si pasaba una trampa como esa. Pinochet, o el gobierno chileno, no se podían "fregar" por este motivo. Uno está dispuesto a hacer esas cosas.
-Las negociaciones entre usted y Gran Bretaña tomaron en algún momento un cariz político?
-Nunca hicimos un planteamiento político. Ambas partes estábamos de acuerdo en que no queríamos "political commitments" (compromisos políticos) de ningún tipo. No había una mayor alianza, se trataba estrictamente de que "el enemigo de mi enemigo es mi amigo". Tan sencillo como eso: oportunismo.
Puro pragmatismo. Llámelo como quiera, pero ésa fue la situación. No hubo mayores compromisos por ambos lados. Ni siquiera recibí una condecoración británica u otro tipo de reconocimiento.
-¿Cuánto duró esta situación?
-Se extendió durante toda la guerra. Nosotros nos quedamos con el avión, con los radares, los misiles y los aviones. Ellos recibieron a tiempo la información y todos quedamos conformes...
-¿Hasta luego y muchas gracias?
-Claro. Y a Sidney Albert Edwards lo despidieron al día siguiente por motivos de índole personal y entonces lo echaron. Después supe que estuvo metido en el tráfico de armas a Croacia.
-Mientras sucedía todo esto, ¿alguien más de la Fuerza Aérea y de las otras ramas de las Fuerzas Armadas se enteró de lo que usted estaba haciendo?
-La Fach, en general, tampoco sabía demasiado. Lo único que se dio cuenta la Fuerza Aérea fue que había llegado armamento y equipos nuevos. Llegaron en aviones de transporte ingleses, a través de la Isla de Pascua. Un día, por ejemplo, apareció un Hércules C-130 que decía Fuerza "Area" de Chile. Se trataba de un avión que tenía el mismo número de uno de los nuestros y al cual sólo le faltaba la letra "e" de Aérea. Eso llamó la atención. Estaba pintado con los colores de la Fach y tenía que llevar el radar a Balmaceda, donde se instalaría para tener visión hacia las instalaciones argentinas en Comodoro Rivadavia (ver mapa). Cuando terminó la guerra lo saqué de ese lugar, porque no era mayormente útil y lo trasladé a otro -donde funciona hasta el día de hoy- para vigilar el tráfico hacia la Antártica.
-¿Cuándo terminó la guerra, informó más detalladamente al general Pinochet?
-Sí. Ahí le conté a Pinochet que le habíamos comprado todo ese equipo a los ingleses, a sólo dos "chauchas". Tenía que saberlo. Me miraba con una cara... Pero no le conté todo con detalles.
-¿Por qué cree que la colaboración chilena terminó por saberse?
-La destapó la señora Margaret Thatcher, pues ella obviamente lo sabía. El mismo Sidney Edwards me dijo que la Thatcher estaba muy agradecida porque conocía en detalle la ayuda prestada por Chile. En julio del '99, ella le dio públicamente las gracias a Pinochet por haber ayudado a Inglaterra durante la guerra. Pinochet, en todo caso, no tenía mucha idea. Conocía el tema en forma general, aunque sabía que nosotros habíamos operado y que yo había pedido autorización en términos muy amplios.
Episodios clave
La reveladora entrevista al general Fernando Matthei que publica en este número Reportajes de La Tercera fue realizada en julio de 1999 por la historiadora y doctora en Historia de la Universidad Complutense de Madrid, Patricia Arancibia Clavel. Junto a ella participaron la periodista Isabel de la Maza y el investigador Jaime Parada.
Patricia Arancibia Clavel dirige el Centro de Investigación y Documentación en Historia de la Universidad Finis Terrae. La entidad, enfocada desde 1990 a recoger testimonios clave de los protagonistas de la historia reciente de Chile, ha acumulado una serie de registros grabados con personajes como el general Augusto Pinochet y el almirante José Toribio Merino, entre muchos otros.
La entrevista con Matthei publicada hoy no es sino un extracto de la serie de conversaciones que el ex comandante en jefe de la Fach sostuvo con Patricia Arancibia Clavel, y fue publicada con la autorización del general.
Comandos en Punta Arenas
La única prueba tangible de que Chile algo tuvo que ver con Inglaterra durante el conflicto fue el episodio de un helicóptero británico que cayó a tierra cerca de Punta Arenas, y cuyos tripulantes fueron rescatados por uniformados chilenos...
Un día llegó Sidney Edwards a confesarme que un helicóptero inglés había caído en territorio chileno. Le pregunté qué había pasado, en vista de que habíamos acordado que ellos no efectuarían operaciones militares hacia Argentina desde territorio chileno, y que ningún avión inglés que hubiera operado contra Argentina aterrizaría en Chile. Ese era el acuerdo fundamental al que habíamos llegado.
¿Qué había sucedido?
-Ellos organizaron una operación -no de comandos, sino de "súper" comandos- para destruir los aviones Super Etandard franceses de la Marina argentina, que eran los que portaban los misiles Exocet. Los ingleses sabían que los argentinos tenían seis Exocet y ya habían comprobado su efectividad: con uno solo liquidaron al destructor Sheffield, un día después de que ellos hundieron al Belgrano. Pero los comandos que habían mandado para allá se perdieron, sin encontrar nada mejor que aterrizar en Chile. Lo hicieron al oeste de Punta Arenas, cerca de un camino, en el claro de un bosque. En seguida, decidieron incendiar la nave y aunque nadie los había visto descender, el humo se propagó en dos minutos, llegaron los carabineros, en fin.
-¿Qué ocurrió con los comandos?
-Tras quemar el helicóptero desaparecieron, comunicándose con Sidney Edwards por radio para saber qué hacían. Le contesté que llegaran hasta un determinado punto de nuestra base aérea, donde los esperaba un oficial de inteligencia nuestro. Allí les darían una tenida de civil y los pondrían a bordo de un avión Lan Chile o Ladeco hacia Santiago, para que desde aquí tomaran otro hacia Inglaterra. Eso fue exactamente lo que se hizo. Deberían haber quedado internados acá, porque esa es la ley, pero les propuse otra salida. Por eso, la señora Thatcher también mencionó la salvación de vidas humanas.
-¿Los argentinos no se enteraron del incidente?
-Sí y nosotros tuvimos que darles largas explicaciones, jurando "de guata" que nada sabíamos. No sé si nos creyeron o no, pero la verdad es me enojé muchísimo con los ingleses y tuve que poner la cara con Pinochet, diciéndole: "Mire lo que hicieron estos imbéciles". El general tuvo que llamar al Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministro tuvo que dar explicaciones.
-¿Quién era el ministro en 1982?
-René Rojas Galdames. Al comienzo ambos estuvimos de acuerdo en que Relaciones Exteriores no lo supiera, pero en este caso tuvimos que confesar -no toda la operación, sino que los ingleses habían cometido un error-. Pudimos jurar de buena fe que no estábamos al tanto de la operación.
¿Cómo era la relación de la Fach con la Fuerza Aérea Argentina durante el período previo al conflicto de las Malvinas?
-Buena y franca, en general. Después en Argentina vino todo el mea culpa, la Junta cayó...
-¿Usted se encontró después con alguno de ellos?
-No, pero después tuve buenas relaciones con el general Ernesto Crespo (ex comandante en jefe de la FAA entre 1985 y 1989, y jefe de las unidades de combate durante las Malvinas). También fui invitado oficialmente a Argentina a visitar su Fuerza Aérea. Nosotros dijimos una sola cosa: "Lo sucedido en esa época fue el resultado de la locura adquirida por algunos señores en su país, pero eso no tiene nada que ver con las relaciones permanentes. Estuvimos casi en guerra, ambos lo sabemos, pero fue una locura. Cerremos ese libro y empecemos nuevamente a construir. Como Fuerza Aérea, tanto ustedes como nosotros hicimos todo lo posible para que no hubiese guerra. Fueron los otros quienes armaron este lío, especialmente la Marina y el Ejército. Parchemos el asunto".
-¿Cuán traumática fue la guerra para los militares argentinos?
-Cuando viajé a Argentina invitado por Crespo, constaté que había una animosidad muy grande de la Fuerza Aérea argentina contra el Ejército y la Marina de su propio país. Fueron arrastrados a un conflicto por las otras instituciones, a un conflicto con el cual no estaban de acuerdo como Fuerza Aérea, siendo al final los únicos que realmente pelearon. Perdieron la tercera parte de su Fuerza Aérea y a muy buena gente, mientras el resto -fuera del Belgrano, al cual torpedearon por andar paseando- no tuvo bajas. El Ejército peleó mal, hizo el ridículo. La animosidad que existía en la Fuerza Aérea Argentina no era contra los chilenos, sino contra las instituciones hermanas. Expresaron que todos se habían condecorado, pero que ellos no habían querido hacerlo por desprecio a los otros. Estaban muy molestos. Entendieron que nosotros habíamos cumplido con nuestro deber, siendo absolutamente necesario ante una situación de ese tipo. Una cosa es la amistad y las buenas relaciones con A! rgentina, que siempre he buscado, pero antes viene mi responsabilidad por defender a Chile. Lo entendieron de lo más bien y, como siempre lo dije, nunca hubo un mayor resentimiento.
Los primeros indicios
La colaboración chilena con las fuerzas británicas durante la guerra del '82 había dado pie a muchas interpretaciones y versiones sin confirmar. Sin embargo, la primera en admitir públicamente la alianza Santiago-Londres no fue otra que Margaret Thatcher, la ex Primer Ministro británica que decidió, bajo su gobierno, recuperar las islas y declarar la guerra a Argentina.
Su revelación surgió el 9 de octubre del '99, durante la conferencia anual del Partido Conservador británico. La "Dama de Hierro" decidió tomar la palabra para defender al general Augusto Pinochet, a punto de cumplir un año detenido en Londres. Junto con condenar la actitud del gobierno laborista de Tony Blair y del juez español Baltasar Garzón, decidió revelar cómo el régimen militar chileno le había ayudado durante la guerra de las Malvinas. La razón: imponer en la opinión pública de su país la idea de que Pinochet había sido un aliado clave de Inglaterra, y que a los aliados no se los mantiene cautivos.
En un extenso discurso, reveló algunos detalles de la colaboración chilena en el conflicto: "Chile es nuestro más viejo amigo en Sudamérica. Nuestros vínculos son muy estrechos desde que el almirante Cochrane ayudó a liberar Chile del opresivo dominio español. El debe estar hoy revolcándose en su tumba al ver cómo Inglaterra respalda la arrogante intromisión hispana en asuntos internos chilenos. Pinochet fue un incondicional de este país cuando Argentina invadió las islas Falklands. Yo sé -era Primer Ministro en esa época- que gracias a instrucciones precisas del Presidente Pinochet, tomadas a un alto riesgo, que Chile nos brindó valiosa asistencia. Yo no puedo revelar los detalles, pero déjenme narrarles al menos un episodio".
"Durante la guerra, la Fuerza Aérea Chilena estaba comandada por el padre de la senadora Evelyn Matthei, quien está aquí esta tarde con nosotros. El entregó oportunas alertas de inminentes ataques aéreos argentinos que permitieron a la flota británica tomar acciones defensivas. El valor de esa ayuda en información de inteligencia se probó cuando faltó. Un día, cerca ya del final del conflicto, el radar chileno de largo alcance debió ser desconectados debido a problemas de mantenimiento. Ese mismo día -el 8 de junio de 1983, una fecha guardada en mi corazón- aviones argentinos destruyeron nuestros buques Sir Galahad y Sir Tristram. Eran barcos de desembarco que trasladaban muchos hombres y los ataques dejaron entre ellos muchas bajas.
"En total unos 250 miembros de las fuerzas armadas británicas perdieron la vida durante esa guerra. Sin el general Pinochet, las víctimas hubiesen sido muchas más".
Estracta:
www.urgente24.info (24/03/02)


Historia
Página Principal